Recuerdo como si fuera hoy el día que nos presentaron el proyecto en tercer año. Fuimos a la Casa Congregacional y ahí un grupo de líderes (ex alumnos) a quienes algunos conocía y a otros no; nos explicaron bien todo. Desde qué hacían en Misiones hasta qué hacían en Roperito. Recuerdo haber pensado que esos líderes, chicos ya egresados, que seguramente deberían trabajar y estudiar... estaban un poco locos de seguir yendo tanto al colegio.
Al terminar la charla pasaron una hoja y la decisión era simple: te anotabas en el proyecto o no. Cuando la hoja me llegó, ya casi todos habían puesto que sí. Claro… “no” quedaba muy mala onda... “ya fue” pensé, y puse que sí.
También me acuerdo el primer asado. Estaba más que perdida, no entendía nada. Todo el mundo sabía qué hacer, dónde poner las mesas, dónde estaban las tortas, dónde esperaban los mozos de parrilla, a qué hora estar en cada lugar... sentía que todos sabían, menos yo. Me la pasé todo el asado preguntando cosas.
A mitad de ese año no entendía mucho por qué seguía en el proyecto. A mi criterio con los puntos no andaba bien, así que cada vez que dejaba de dormir la siesta para ir al roperito, me preguntaba por qué.
Ya faltaba poco para que se definiera quienes viajaban y en el cole se sentía esa previa. Todos contando los puntos, cuanta gente tenían adelante, cuanta atrás, cuanta al costado. Yo no contaba porque estaba más que segura que no viajaba.
Y llegó el día de la verdad. Entré al cole y me dijeron que me quedara en el gimnasio porque iban a decir quiénes viajaban.
Nunca me voy a olvidar de ese momento. La 716 fue el primer destino en ser leído. Y cuando escuché el “Menéndez, Ángela” me sentí la persona más feliz del mundo. Recién ahí me di cuenta de cuántas ganas tenía de viajar. En veintiún días iba a estar en Misiones.
Y me fui a Misiones. Y creo que ni bien un nene me abrazó lo entendí. Entendí todo de repente. Por qué íbamos a los asados y al roperito. Por qué había líderes que seguían en el proyecto. Por qué todos hablaban de magia.
Porque el simple hecho de hacer reír a un nene y escucharlo cantar una canción, te llena el alma.
Porque estando tan lejos de mi casa, me sentí como en ella.
Este año por supuesto me anoté de nuevo. Y ya iba con otra actitud. Entendía el por qué de cada cosa que hacíamos... y no veía la hora de volver a viajar.
Porque desde el momento que me bajé del micro no hice otra cosa que esperar volver a subirme.
Si alguien me preguntara qué momento cambió mi vida, sin duda le contestaría que cuando me anoté en el proyecto.
Porque el proyecto se vuelve la vida.
A mi nunca me gustaron los grupos, nunca me sentí “parte” de ninguno realmente. Y hoy me siento parte de esto. Entiendo que cada persona que compone el proyecto es parte de mi.
Y hablo de todos. De la gente que no viajó. De la gente que si. De cada líder. De cada persona que aporta algo. Y de todos los que están por venir.
La palabra con la que yo defino Misiones es MAGIA. Porque es mágico saber que a tantos km de casa siempre va a haber alguien esperándote con los brazos abiertos.
Porque es mágico lo que pasa entre nosotros y los nenes. La enseñanza y el aprendizaje, que se vuelven uno.
Porque es algo muy grande que compartimos entre pocos. Por eso los lazos entre nosotros son tan grandes e inexplicables.
Y cuando veo a un nene reírse y pienso lo mucho que me llena... me doy cuenta de que en realidad somos muy afortunados, porque con tan poco que hacemos tenemos la posibilidad de ir allá, de conocer otra cultura, de aprender cosas que nunca hubiésemos aprendido.
Es mágico porque nos llenamos al dar.
Y siempre pienso que, en comparación con lo recibido, damos poco.
Y sé que lo que los nenes se llevan no son las cosas materiales. No son las manualidades realizadas, ni el hecho de que les pintemos las aulas, ni una bolsa con ropa para la familia. Los nenes se llevan nuestras sonrisas... los nenes se llevan nuestros abrazos y esas son las cosas que les cambian la vida.
Y como dijo alguien en quien confío plenamente: para estos nenes no somos como Papá Noel, que venimos diez días y les hacemos un par de juegos. Para ellos no son diez días. Para ellos es una vida.
También sé que no les podemos cambiar sus vidas, y eso más de una vez me dio impotencia al enterarme cosas feas que les pasan... porque pensé que por más que nos la pasáramos toda la tarde haciendo juegos y danzas y manualidades... después iban a volver a sus casas y muchas de sus vidas iban a ser tristes otra vez.
Pero al menos sé que si algún día miran hacia atrás, no van a ver sólo oscuridad. Van a ver un poquitito de luz. Y por esa lucecita peleo yo. Por ese destello que hace la diferencia en sus vidas.
Yo tengo una carta pegada en mi corcho que me hizo una nena que simplemente dice: “sos mi vida mas mejor”. Y lo que yo siento cada vez que leo eso, no se puede poner en palabras.
Así que sólo me resta decir que vale la pena cada cosa que hacemos.
Que todos ayudemos a que la llama del proyecto nunca muera.
Que nunca deje de haber líderes.
Que nunca deje de haber alumnos con la fuerza necesaria para seguir con el proyecto,
Que nunca deje de haber gente con buena onda que venga a los asados.
Que nunca muera esto.
Y no importa a donde vayamos, si a Albba Posse, si a Campo Viera o Campo Ramón. Vamos a Misiones. Y los nenes son nenes en cualquier parte. No importa a qué escuela vayamos. Porque en cada una hay historias que saber, hay lecciones que aprender y momentos por vivir. Y tenemos un corazón suficientemente grande como para que quepan dos o mas escuelas en él.
Que nunca muera.
Porque con tan poquito que hacemos en Buenos Aires, allá cambiamos vidas. Y allá nos cambian la vida. Te enseñan a querer por lo que sos y no por lo que ven de vos. Esa gente nos ve el alma.
La gente, no solo los nenes, la gente. El pueblo misionero está siempre tan agradecido y nos trata tan bien que me siento orgullosa por eso.
Me siento orgullosa de ser parte de un proyecto como éste.
Me siento orgullosa de cada persona con la que viajé.
Me siento orgullosa porque sé que yo allá dejo el alma.
Me siento orgullosa. Y mi único deseo es que esta llama nunca muera.
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